Rosa azul

Rosa azul

sábado, 30 de abril de 2011

Nueva vida



"Vinieron entonces al anochecer, y encontraron a Juan planeando, pacífico y solitario en su querido cielo. Las dos gaviotas que aparecieron junto a sus alas eran puras como luz de estrellas, y su resplandor era suave y amistoso en el alto cielo nocturno. Pero lo más hermoso de todo era la habilidad con la que volaban; los extremos de sus alas avanzando a un preciso y constante centímetro de las suyas.


Sin decir palabra, Juan les puso a prueba, prueba que ninguna gaviota había superado jamás. Torció sus alas, y redujo su velocidad a un solo kilómetro por hora, casi parándose. Aquellas dos radiantes aves redujeron también la suya, en formación cerrada. Sabían lo que era volar lento.


Dobló sus alas, giró y cayó en picado a doscientos kilómetros por hora. Se dejaron caer con él, precipitándose hacia abajo en formación impecable.


Por fin, Juan voló con igual velocidad hacia arriba en un giro lento y vertical. Giraron con él, sonriendo.


Recuperó el vuelo horizontal y se quedó callado un tiempo antes de decir:


- Muy bien. ¿Quiénes sois?


- Somos de tu Bandada, Juan. Somos tus hermanos. - Las palabras fueron firmes y serenas-. Hemos venido a llevarte más arriba, a llevarte a casa.


- ¡Casa no tengo! Bandada tampoco tengo. Soy un Exiliado. Y ahora volamos a la vanguardia del Viento de la Gran Montaña. Unos cientos de metros más, y no podré levantar más este viejo cuerpo.


- Sí que puedes, Juan. Porque has aprendido. Una etapa ha terminado, y ha llegado la hora de que empiece otra.


Tal como le había iluminado toda su vida, también ahora el entendimiento iluminó ese instante de la existencia de Juan Gaviota. Tenía razón. El era capaz de volar más alto, y ya era hora de irse a casa.


Echó una larga y última mirada al cielo, a esa magnífica tierra de plata donde tanto había aprendido.


- Estoy listo -dijo al fin.


Y Juan Salvador Gaviota se elevó con las dos radiantes gaviotas para desaparecer en un perfecto y oscuro cielo.


...




De modo que esto es el cielo, pensó, y tuvo que sonreírse. No era muy respetuoso analizar el cielo justo en el momento en que uno está a punto de entrar en él.


Al venir de la Tierra por encima de las nubes y en formación cerrada con las dos resplandecientes gaviotas, vio que su propio cuerpo se hacía tan resplandeciente como el de ellas.


En verdad, allí estaba el mismo y joven Juan Gaviota, el que siempre había existido detrás de sus ojos dorados, pero la forma exterior había cambiado.


Su cuerpo sentía como gaviota, pero ya volaba mucho mejor que con el antiguo. ¿Vaya, pero si con la mitad del esfuerzo, pensó, obtengo el doble de velocidad, el doble de rendimiento que en mis mejores días en la Tierra!


Brillaban sus plumas, ahora de un blanco resplandeciente, y sus alas eran lisas y perfectas como láminas de plata pulida. Empezó, gozoso, a familiarizarse con ellas, a imprimir potencia en estas nuevas alas.


A trescientos cincuenta kilómetros por hora le pareció que estaba logrando su máxima velocidad en vuelo horizontal. A cuatrocientos diez pensó que estaba volando al tope de su capacidad, y se sintió ligeramente desilusionado. Había un límite a lo que podía hacer con su nuevo cuerpo, y aunque iba mucho más rápido que en su antigua marca de vuelo horizontal, era sin embargo un límite que le costaría mucho esfuerzo mejorar. En el cielo, pensó, no debería haber limitaciones.


De pronto se separaron las nubes y sus compañeros gritaron:


- Feliz aterrizaje, Juan - y desaparecieron sin dejar rastro.


Volaba encima de un mar, hacia un mellado litoral. Una que otra gaviota se afanaba en los remolinos entre los acantilados. Lejos, hacia el Norte, en el horizonte mismo, volaban unas cuantas más. Nuevos horizontes, nuevos pensamientos, nuevas preguntas. ¿Por qué tan pocas gaviotas? ¡El paraíso debería estar lleno de gaviotas! ¿Y por qué estoy tan cansado de pronto? Era de suponer que las gaviotas en el cielo no deberían cansarse, no dormir.


¿Dónde había oído eso? El recuerdo de su vida en la Tierra se le estaba haciendo borroso. La Tierra había sido un lugar donde había aprendido mucho, por supuesto, pero los detalles se le hacían ya nebulosos; recordaba algo de la lucha por la comida, y de haber sido un Exiliado.


La docena de gaviotas que estaba cerca de la playa vino a saludarle sin que ni una dijera una palabra. Sólo sintió que se le daba la bienvenida y que ésta era su casa. Había sido un gran día para él, un día cuyo amanecer ya no recordaba."

Juan Salvador Gaviota - Richard Bach






A Baden. Ese gran amigo, que sin conocerlo, tanto sabía de él. Y él de mí.







2 comentarios:

lauviah dijo...

Amanece , tu cama no esta ,
No esta la sonrisa y los saltos, ¡! es un nuevo día levanta !!,,.
No estas Pidiéndome la primera caricia de la mañana.


Eres libre , vuelas en tu cielo azul,,,

Pero yo te hecho de menos , tanto , que me siento
El ser mas egoísta de la tierra .

Entendí que quiere decir que todo vuelve a nosotros.
Todo ha vuelto a ti , y vuelas en esa pradera inmensa .

Soy un ser afortunado , la vida me dio la oportunidad de conocerte.

Pero hoy te hecho rabiosamente, odiosamente , tristemente de menos .


Soñé conocer lo que era la amistad
Y ese sueño se convirtió en realidad.


Mi amigo partió en su perfecto vuelo,
Todo a vuelto a el .

Se feliz mi querido Baden ,
Tu presencia a mi lado todos estos años ha colmado la mía.


Por eso hoy , te hecho tanto de menos,,,,,,


Hasta otro momento mi querido amigo nos volveremos a ver .

Te amo y te amare toda mi vida.

Javier Muñiz dijo...

Hola, bellas letras desnudan este profundo blog,si te va la palabra redimida, la poesía, te espero en mi casa, será un placer,es,
http://ligerodeequipaje1875.blogspot.com/
gracias, buen viernes, besos nómadas...